Una noche de estas voy a inventar un cuento de un soldadito
de plomo que se enamoro perdidamente de una bailarina de vallet de la caja de música
de una condesa rumana, la cual estaba comprometida en matrimonio con un duque alemán,
pero su corazón le pertenecía en secreto a el caballerango holandés, que era el hijo
bastardo de un rey húngaro.
Ahhh, será tan memorable
ese cuento, que ya me estoy sobando las manos…
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