miércoles, junio 01, 2011

EL NAHUAL...

La bruma aun no se acababa de asentar del todo en ese pequeño remanso del rió, pero su cabello ya estaba lo bastante húmedo como para pegársele en sus hombros y espalda.

El ocaso ya estaba cerca, ya se podía  otear en el ambiente el aroma a tierra mojada y escuchar la alharaca de los pericos --apretujándose entre las copas de los árboles para pasar la noche--; sin embargo ella no quería irse; decían que precisamente en esa porción del rió donde ella estaba, se podía ver la mejor puesta del sol de todo el mundo, y simplemente quería comprobarlo, también decían otra cosa de ese remanso donde ella estaba, pero no lo creía.

Escucho el sonido de una leve respiración a su espalda, volteo, más curiosa que asustada –- a sus cuarenta años, y por la vida difícil que le había tocado, realmente ya poco le asustaba--, no vio nada, sin embargo, todo el ambiente se lleno de una rara mezcla de mixturas, de un perfume acre y dulce.

La bruma ya había bajado del todo, la humedad empezaba a formar pequeñas gotas de roció en toda su piel, mientras se acentuaba mas ese perfume raro que jamás había olido; una rara pesadez, acompañada de una exquisita sensación sexual la empezaba a embriagar lentamente, y aumentaba cuando las gotas  se deslizaban por su vientre y bajaban a su entre pierna, se sintió casi al punto de un vagido, empezó a escuchar de nuevo esa leve respiración, pero entre mas se excitaba, la respiración se tornaba mas profusa y el perfume se volvía mas exquisito, mas desquiciante, era como si una persona que no fuera ella, tomara el control de su cuerpo e hiciera que sus caderas se empezaran a mover al ritmo de la respiración; sus manos apretaban sus pechos, los pellizcaban y estiraban, y ya no podía controlar mas su cuerpo, ni sus gritos.  De pronto sintió que la respiración y el perfume estaban dentro de ella, y explotaban  por todos los poros de su piel, en una completa armonía con sus quejidos y la cadencia de sus caderas, después la nada…..

Don Cipriano, el velador del hotel, la encontró ya entrada la noche, la cubrió con su gabán de lana, y la llevo a su casa, la esposa de Don Cipriano le dio una ollita de barro con caldo de gallina bien caliente, ella lo bebió despacio, tenia muchas preguntas en la mente, pero aun no sabia a ciencia cierta si estaba soñando, si todo lo demás fue un sueño, incluso no sabia si ya era ella misma o la otra persona, la que tomo su lugar en el rió.

Lentamente fue tomando conciencia de quien era y de donde estaba, y cuando al fin pudo recordar bien a bien todo lo que había pasado, volteo rápidamente a ver a Don Cipriano, este, al ver su expresión, la tomo dulcemente de las manos y le dijo: fue el Nahual.