lunes, enero 03, 2011

Me acabo de acordar de cuando teníamos la imprenta en el centro de Monterrey, había una tienda-deposito, que era atendida por una afable señora, digamos de unos 50 a 55 años, estaba en la calle Villagomez y Treviño.


Me acuerdo mucho porque a veces que andaba bajo de moral, iba a esta tienda (la señora a todos nos atendía muy bien) y siempre que nos hablaba, metía en cada frase estas palabras: mi chulo, mi amor, mi corazón, mi papacito ( yo a veces iba hasta cinco veces al día); y no era que yo fuera para ver si conseguía los favores de tan amigable señora; no, la verdad es que nunca me falto al respeto (ni abuso de mi llevándome a las trastienda y nunca tampoco me amarro con una mascada de seda color fiusha, y juro que jamás me puso un antifaz color negro, mientras ponía música de “the beach boys”, y untaba mi cuerpo con un lubricante color verde con olor a vainilla). Jajajajaja, nunca paso eso, de verdad.

Yo simplemente iba para escuchar esas bellas palabras sin tenerle que pagar a una Puta para que me las dijera, jajajajajajajaja.

Ya cuando tuve que cambiarme de dirección, e iba a veces con mi compa el Júpiter a agarrar el pedo a su taller, y teníamos que ir a comprar mas chevez, yo le decía que fuéramos con “mi amor”, así le decíamos, jajajajaja. Nos daba la cheve un poco más cara que en el  súper siete, pero las pinchis viejas del súper siete jamás nos iban a tratar como nos trataba esta fina dama.



El mismísimo Ángello.