lunes, febrero 11, 2008

MEMORIAS DE MI CALLE






Hacia mucho tiempo que no me salía al porche de mi casa a echarme un cigarrillo por la tardes, me di cuenta de que ya no pasa el viejito que vendía elotes. Siempre pasaba por las tardes, tocando la corneta de su triciclo amarillo e inundando la calle con el aroma de los elotes cociéndose en la olla. Ni tampoco pasa el señor que vendía semillitas, ni la señora que vende pan de pulque, su lugar fue remplazado por otro tipo de vendimia: la de Benedetti´s pizza, pasan en un chevy color blanco.

También he observado que a medio día, cuando es hora de salida de la escuela que esta a media cuadra de mi casa, se complica mucho pasar en carro, yo me acuerdo que cuando iba a la escuela, era muy raro que a la salida vinieran a recoger en carro a los demás guercos, pero ahora, se congestiona tanto por los carros de las señoras, que por cierto, se estacionan como se les da su regalada gana, se bajan muy “chuchas cuereras” haciendola de pedo si les dices algo, pero eso si, con sus mayas muy ajustadas, como si vinieran del gym.

Las casas de mi cuadra, ya no son iguales, de echo la mía tampoco, ya son mas grandes, ya casi ninguna esta como cuando las entregaron hace 30 y tantos años, los árboles triplicaron su tamaño, y en las banquetas de las casas hay dos autos, antes si tenían uno era muy a fuerza. Casi todos los amigos de cuando llegue ya se casaron y ya no viven aquí; y pese a tener 36 años, las señoras aun me dicen “Miguelito”.

La cuadra ya no es como antes, cuando se escuchaban nuestros gritos jugando al fut o al tochito en la esquina, tampoco hay romance en ella, porque los niños que viven en mi calle, son muy pequeños para pensar en esas cosas, solo se rejuvenece los domingos cuando los hijos de mis amigos vienen a ver a sus abuelitas y se arma el griterío, pero entre semana, solo los el canto de los de los pájaros rompen con la monotonía de la tarde.

Y ya nadie se junta en la esquina de la cuadra, de hecho, la vez pasada que fui a la tienda, me encontré con la vecina que vive en la esquina, y me dijo. —Ayy, Miguelito, a veces extraño sus gritos cuando corrían y jugaban aquí enfrente de mi casa---, en fin, todo pasa y nada queda.

El mismísimo Miguelito