miércoles, junio 06, 2012


Ayer por la tarde me hablo un cliente que hacia muchísimo tiempo que no sabia de el, me contó que tuvo que viajar a Tegucigalpa para echar a andar una sucursal de la empresa donde trabajaba aquí en Monterrey, pero que ya estaba de regreso en la ciudad y quería volver a reabrir el negocio privado que tenia cuando se fue, y como su flamante esposa también es ingeniero, pues le iban a hacer la lucha.

En lo personal me dio mucho gusto volverlo a contactar, porque cuando fue mi cliente, el trato siempre fue cordial, pero era de ese tipo de clientes que, aunque no son tus amigos, te tratan con mucho afecto. Como el no es mexicano, en cierta ocasión por la tarde – noche, cuando lo fui a visitar a su oficina por negocios, me pregunto si conocía un buen bar bohemio para echarse unas copas, y siendo viernes , pues me ofrecí a llevarlo y hasta lo acompañe un rato.

Pero bueno, voy a esto, me habla y me pregunta si aun tengo alguna muestra de sus hojas membretadas, porque a el se le habían extraviado toda su papelería comercial; La verdad recordé que en el cuarto de triques que tiene mi madre, una vez buscando una antigua agenda telefónica, me pareció ver unas de sus hojas, le dije que me diera chanza de buscarla y en eso quedamos.

En la noche me acorde que necesitaba encontrar esa muestra y me puse a buscarla en una caja donde guardo mis facturas de años anteriores y muestras varias de antiguos clientes, en eso estaba cuando me encontré un recibo del año 2002 cuando le compre una mandolina a mi ex novia, no manches!, pague por ella $ 258.00 pesos haces 10 años. (ella estuvo en la estudiantina cuando estudio la secundaria).

Me acuerdo muy bien el día que se la compre, fue un 21 de febrero, su cumpleaños, y yo apenas empezaba a trabajar por mi cuenta y pues los dineros andaban escasos, muy apenas complete para comprársela (curiosamente la tienda de música donde la compre, hoy son mis clientes), y me sobro un poco de dinero para el camión y una cena en el puesto de hamburguesas de su hermano ( el muy cabron si me cobraba, snif).

Le encanto el regalo, y digamos que no le compre la más baratita, más bien una de medio pelo; todas las tardes cuando llegábamos a su casa, ella se ponía a tocarla y la verdad no lo hacia tan mal, yo me perdía entre las notas, los acordes y sus ojos cafés, me podía pasar horas solo contemplándola y ella, al parecer también se podía pasar horas absorta tocándola, supongo que al hacerlo llegaban a su memoria pedazos amargos o dulces de su adolescencia porque a veces se le escurría alguna lagrima; jamás se lo pregunte.

Hoy no se que habrá sido de esa mandolina, si aun la toca, o quizás se este haciendo polvo abandonada en un rincón, solo se de el momento maravillosos cuando se la regale y las inolvidables tardes que pase escuchándola…..