miércoles, junio 04, 2008

EL PRIMER POST DE JUNIO.....

Junio me gusta mucho, me gusta mucho Junio, porque antecede a Julio, que es cuando yo cumplo años, pero me gusta más porque en Junio empezaba a florear el Cedro aquel, el centenario Cedro, del cual se contaban mil historias, y que justamente estaba en el patio de atrás de la casa de mi abuela, alto como el cielo, grande como una casa y noble como un anciano.

El tiempo se ha llevado muchos de mis recuerdos (también el alcohol), porque no recuerdo cuantas veces me caí de entre sus ramas cortando sus flores frescas, llenaba con ellas dos botes de mayonesa y le llevaba el primero a mi madre, y el segundo era para mi abuela Melquíades.

También en Junio era época de las “vainas”, eran unas frutas en forma de vainas y al abrirlas te encontrabas con el “algodón de azúcar de la naturaleza”, su pulpa era muy dulce, esponjosa y blanca, depuse cocías las semillas para comértelas con limón y sal, exquisitos.

Junio era el mes de la exuberancia del jardín de mi abuela, la vainilla se torcía en los árboles, los cocoteros rebozaban, el árbol de mango se doblaba por el peso de los cientos de frutos maduros, las guayabas refractaban la luz del sol con su pulida y tersa superficie, el naranjo era muy visitado, los limones del limonero se ponían verdes de envidia, los cientos de especies de flores también participaban en aquella alegoría a la belleza.

Todo rejuvenecía, hasta mi abuela Melquíades rejuvenecía cuando salía a ver su jardín y cortaba las flores de pachulí para aromatizar su ropa mientras la hervía en un perol de cobre que compartía la senectud de mi abuela y del Cedro.

De eso, ahora ya no queda nada, la casa fue vendida a la muerte de mi abuela Melquíades, la codicia de unos pocos mando al carajo tantos recuerdos que aun conservo, el jardín fue derribado y pavimentado, la casa de la abuela también cayo en su momento, pero, en la madrugada, si aguzas los sentidos, podrías oler a la vainilla mientras se tuerce en los árboles, puedes escuchar como se maduran los mangos y las naranjas, puedes percibir el olor del pachulí mientras mi abuela Melquíades lo hierve en su perol senil, tan senil como el Cedro.

El mismismísimo Ángello.