Recuerdo aquella primera vez: la premura con la que me entregaste
tu piel árida, tus pechos bastos y tus contornos de piel preñados de tanta
ausencia. Desprovista ya de cualquier errada moral --remanente del pasado
traumático del que huías para refugiarte en mí presente--.
Todo es lindo y todo será lindo hasta que ambos dispongamos
lo contrario. Pero mientras no lo decidimos, dejemos que la vida nos lleve a
donde tenga que llevarnos, dejemos que esto; que no es amor, continué su cauce
y se acerque a lo mas parecido que deba de ser.
En paz estamos pues, sin las “mariposas en la panza” de la
primera relación fálica, despojados ya de la inexperiencia de la adolescencia, con
el asombro de lo que la edad le permite
hacer aun a nuestros cuerpos y concientes de la elasticidad de que aun somos
capaces.
Aquí estamos pues, viéndonos cuando debamos y no cuando
queremos, ocultándolo a todos, porque ¿que les importa?
Y aquí estamos pues, perteneciéndonos hasta que ya no
estemos o ya no debamos de estar…