lunes, agosto 18, 2008

Me gustan los cielos plomizos cuando estas a mi lado, me gustan tanto, porque no puedes ocultar tu ansiedad de querer chapotear en los charcos de la calle, no se si sea por los recuerdos de tu infancia, o simplemente porque eres extraña.

Me gusta ver como te alejas corriendo, en busca del charco mas profundo para saltar dentro de el, y salpicar tanta agua como puedas, ver como se va dibujando esa sonrisa en tu rostro, y como se entornan tus ojos acompañándola.

Es difícil no contagiarse de tu felicidad, seria mas fácil tildarte de loca, pero no, no estas loca, el loco soy yo por no correr tras de ti para ayudarte a sacar toda el agua de esos charcos que todos evitan, y no es que me falten ganas, solo que a veces se me olvida recordar que el tiempo que tenemos para ser felices es muy valioso, y no debo desperdiciarlo dudando si se hago lo correcto --cualquier cosa que haga a tu lado seria correcta--.

Me gusta sostener las puerta mientras entras, me gusta retirar la silla para que te sientes, me gusta preguntarte si esta cómoda, si necesitas algo, si quieres esto o aquello, me gusta tu mirada cómplice, tu sonrisa pícara, tus ojos nostálgicos, tus labios húmedos entreabiertos. Me gusta la manera en que arqueas las cejas, el color del labial con que manchas el borde de la taza del café, nuestra “guerra psicológica”, el insoportable deseo de admitir que nada seriamos si no fuéramos nada, sin embargo, ninguno de los dos queremos admitir que somos algo, supongo que en eso se basa nuestra relación. Pero en el fondo sabemos que lo seriamos todo: los mejores amigos, el matrimonio modelo, los perfectos amantes.

Me gustaría saber que existes.

Me gustaría un día encontrarte bajo un cielo plomizo.