Segundo tras minuto, minuto tras hora, hora tras cigarro. Otra noche en vela que se me viene encima; otra noche en vela solitario.
Como fiel perro guardián --escrutando cada pixel del monitor--, los audífonos pegados a la oreja escuchando la noche y a las almas en pena en busca de socorro.
Tras la ventana, a lo lejos las montañas con su ribete de niebla, como antiguos gigantes barbados que me desafían a emular sus hazañas heroicas. El monitor, en un segundo parpadea la señal, se activa la alarma, suena el bit en mis orejas: un robo, alguien en peligro, lo pueden matar y en mis manos esta la ayuda.
Tiemblo de miedo imaginar que me pueda quedar dormido...
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