Que rico se siente caminar por el centro de Monterrey sin
prisas, pisando los millardos de hojas amarillas y flores secas que han caído de
los árboles en estos días.
Por las fechas y las vacaciones, el centro está muy vacío y
no te andas tropezando a cada rato con la gente. Hoy por la mañana tenía que ir
a realizar las compras de los últimos trabajos del año que me encargaron mis
clientes, hable con Pancho mi impresor y me dijo que llegaba a más tardar a las
doce del día, pero como yo ya estaba levantado desde las siete haciéndome pendejo,
me acorde de unos tacos bien sabrosos a los cuales no había ido desde hace mucho
tiempo y sin más ni más me fui a las nueve de la mañana.
El metro no estaba tan atestado de humanos como en los días
de clases, cosa que me puso de buen humor; porque si hay algo que de verdad
detesto son las aglomeraciones y pese a tener un cuerpesote no me gusta andar
empujando ni que me empujen (unas vez una ex me comparo con el toro “ferdinando”
jajajaja), llegue a las estación donde debería bajarme, camine al banco, retire
efectivo y me fui a los tacos que hacía tiempo no iba(de hecho la última vez
que fui, fue con mi papá, snif). Después de haber recargado energía con cuatro
tacos de carne asada y tres de barbacoa, me quede pensando si tomar un taxi o
caminar las doce cuadras a donde tenía que ir. Me fui caminando.
Y como dije, el centro bien despejado, hasta las filas de
carros que normalmente se forman por la Av. Madero, estaban bien tranquilas, y
sin más camine por Madero, empezando en Julián Villareal doble a la izquierda en Zaragoza y camine hasta
Tapia; de ahí me regrese por M.M. de Llano
hasta Héroes del 47, calles que siempre he recorrido en carro, pero por andar
en carro no me daba cuenta de las
construcciones o de los negocios que precisamente por ir en carro, había pasado
por alto.
En otras ocasiones lo había intentado, pero me daban unos terribles
calambres en los chamorros (supongo que mis piernas aún no se habituaban a
caminar por la falta de auto). Y bueno, hoy fue un buen día para caminar, el
cielo plomizo como me gusta y aunque había sol no picaba, más bien estaba
templado.
Llegue como a las once y veinte con Pancho mi impresor, la
verdad esperaba que el guevon todavía no llegara, pero me sorprendió el
desgraciado y ya estaba ahí.
Últimamente he tenido unos pequeños lapsus depresivos, pero
la verdad que caminando y andar pendejeando se quitan...