Antes de escribir el post de abajo, estaba haciendo fila en
el súper siete, compre unos cigarros y una botella de salsa inglesa para
aderezar las verduras que me estoy comiendo ahora) si, también me encanta revolver
cigarros con mis verduras…
Escuche una voz que me llamaba por mi nombre, volteo y era
una amiga de la primaria donde estudie de quinto a sexto año, pero que
extrañamente me la volví a encontrar hace algunos años en un taller literario que
estaba en el barrio antiguo, al cual asistí solo por dos meses.
Me saludo muy efusivamente, me pregunto que ha sido de mi
vida. La charla se tornó fluida, me comento que ella duro un año y medio en
dicho taller literario (yo tenía un chingo de hambre y lo único que me
interesaba era llegar y encajarle el diente a mis verduras asadas).
En un momento de la conversación me recrimino el haber
abandonado el taller (modestia aparte yo aportaba cierto carácter humorístico y
sarcástico, a decir de ella: un toque fresco con mis escritos).
Mi respuesta fue sincera: abandone el taller porque los
trabajos que presentaban sus casi treinta y cinco miembros me parecía muy
trillados, sosos y fusilados.
--Ay si, ¿Cómo si tu hubieras nacido con el don de la
escritura?--, me recrimino en un momento dado de la charla; Le dije que no,
pero que si había leído varios libros de poesía antes de inscribirme en el
taller.
Entonces me describió con una palabra y la uso de una manera
apoteósica, grandilocuente, mamadora; Su boca se llenó con cada letra, con cada
silaba, sus cuerdas bocales vibraron con
un raro frenesí al mencionarla (como si unos demonios previstos de sabiduría lingüística
las manejaran), seguramente la había
aprendido hace unos años y se la estaba guardando para un momento especial (así
como cuando compras una botella de champán y la guardas para descorcharla en el
momento de cualquier celebración digna de abrirla).
Me dijo: eres un Apóstata, porque te sigo en tu blog y tu
manera de escribir ha cambiado desde aquella vez.
Mierda, yo sabía perfectamente a que se refería, pero por
pendejo y alcohólico, no podía recordar el significado de esa maldita palabreja;
Tenia una vaga idea de lo que significaba, pero me encontraba perdido,
arrinconado.
Lo único que atine a
decirle fue que la vida nos cambia, y con ello, nos cambia todo.
Jajajaja, ahora que estoy cenando y que ya busque lo que
significa esa palabreja, tiene razón, pero yo también la tengo: la vida nos
cambia y con ello, cambiamos todos…
Y bueno, lo que publique antes, fue porque con su charla me recordó
a él buen “Espartaco”…